martes, 3 de junio de 2014

Adorable niña.

Ella se sienta solitaria, con la espalda encorvada. Quizá por el peso, pero también por el peso de lo que lleva cargando en su vida, tan llena de historias de dolor como de alegría.

Mira al horizonte con el entrecejo fruncido, protegiendo su mirada del color del otoño del mismo sol. Suspira y aspira aire lenta pero sonoramente, notando cómo se expande su pecho a veces dolorido por las experiencias. A decir verdad, tiene muchos pesares entre sus conquistas, muchos quebraderos de cabeza que más de una vez le han quitado el sueño.

Pero hay uno en concreto que más que quitarle el sueño, le ha concedido más de un cortometraje en el cine de sus sueños.

Sentada de camino a su tierra, con la mirada perdida se coloca un mechón rizado detrás de la oreja. A veces, a escondidas como si de un buen secreto se tratara, mira su foto de forma furtiva. Da igual que lo pueda admirar cada día, da igual que pueda verlo cuando ella quiera en cualquier lado. Alguna vez, de vez en cuando, se sorprende mirando sus ojos profundos y deseando, con los dedos cruzados, que algún día esa mirada se pose en ella con el mismo amor que ella le dedica.

Desvía su mirada a la línea que separa el cielo de la tierra. Inmediatamente se configura en su imaginación tantas escenas de amor que tiene que ir ordenándolas una a una, pero que cada vez que los colores toman forma en su mente y se crea una imagen, su mirada se pierde en cualquier detalle y en sus finos y suaves labios se forma una sonrisa de añoranza, de deseos incumplidos.

Se imagina poder tocarle, notar el tacto de su barba bajo sus dedos pasando rugosa, pero haciéndole sentir como en casa. Posar su mirada en sus ojos, verdes, color de la esperanza mezclado con el color de la arena de una playa virgen. Enredar sus pequeñas manos entre su pelo, nacido con un toque del dios Sol que le confiere un color rubio. Ella se pierde entre abrazos, entre risas labios con labios, entre besos de esquimales, entre paseos de sus manos por su figura, dejando un rastro de adoración por donde pasa.

La gente le mira porque está riendo. Ella ríe con el alma, por una felicidad que aun no ha existido. Por los momentos que pide a la Luna que se hagan realidad algún día, y por lo bonito de esa situación inventada.

Muchas veces, cuando ella descansa su ánima entre sábanas, él aparece en sus sueños. Sueña con diversas cosas, pero la mayoría de las veces siempre aparece él. En sus sueños se plasman sus deseos, porque siente con gran nitidez cómo le toca. El tacto de su mano con su mano, sus brazos alrededor de ella, su mirada penetrante dirigiéndose hacia sus ojos... Todo. La pobre, cuando se levanta, tiene el recuerdo amargo de que no ha sido real, y la carne de gallina.

Otro día más le desea con fuerza. Otro momento en el que sus palabras resuenan en su mente y que no puede dejar de pensar en él, esa adorable niña.