miércoles, 19 de noviembre de 2014

Distancia para verte. Capítulo 1: El origen.

No sé como ocurrió. Todo aparece un tanto confuso en mi mente.

La relación que llevábamos, que no era para nada mala, se vio disuelta. Apenas le tenía, es más, no podía decir que fuera mío. Pero le sentía cerca... Le sentía, a su manera, conmigo. Pasaban los días y hablábamos algo, pero nada especial o comprometido. Todo quedó en una amistad desde que confesé mis sentimientos hacia él.

Este verano, el que ya ha acabado, apareció lleno de sorpresas y de nueva gente. Conocí muchas personas, las de siempre siguieron ahí... Todo fluía. Yo seguía jugando a aquel juego tan conocido, que ocupaba la mayor parte del tiempo de mis vacaciones, y también de mi supuesto tiempo de estudio. Pero no me importaba. Esa era mi manera de evadirme del mundo real, y no me arrepiento de ello. Porque ahí le conocí a él.

Fue una noche, una noche normal y cualquiera de verano. Hacía poco tiempo que había terminado los últimos exámenes del año, y me consideré oficialmente de vacaciones aunque tuviera que estudiar para septiembre. Me daba igual, me merecía un descanso mental en el que mi única preocupación fuera si lo hacía bien o mal en el juego. Eché una partida con un conocido, y con él iba otro chico. La partida se desarrolló de forma normal, aunque perdimos. Estoy acostumbrada a perder en muchos aspectos de la vida.

De repente, alguien me agrega a amigos. Es el chico que iba con mi colega, o conocido, como queráis llamarlo. Yo pensé que seguramente le habría gustado cómo jugaba o algo, y por eso me agregaba, para jugar más partidas con él. Acepté la petición, y ahí empezó uno de los desastres más bonitos y a la vez más dolorosos de mi vida.

- Uff, vaya partida. No podía hacer más por que ganáramos.

La conversación empezó a fluir. No nos faltaba tema, no nos faltaba nada más. Todo seguía un curso, que me llevó a lo que actualmente siento. Pasamos de hablar del juego, a hablar de la vida misma, de nosotros, de conocernos. Reconozco que me gustó como hablaba, como se comportaba conmigo, y decidí sacar mis armas de seducción. No es que yo goce de una moral muy alta, pero en esta vida, o sacas tu la cabeza por encima del agua, o nadie se dará cuenta de que andas buceando. Empecé a contarle cosas mías, de cómo era, cómo vestía. Él me contó cosas parecidas sobre él, y cómo no, terminamos hablando hasta de sexo. Sobre todo a partir de este punto, yo creo que los dos nos dimos cuenta de que teníamos algo que conectábamos.

Seguimos hablando de todo un poco. Incluso nos dimos consejos sobre la vida, algo que no suele pasar, sobre todo cuando acabas de conocer a alguien, y menos en un juego. Me pareció un chico excelente, y sin ni siquiera verle la cara, ya pude decir que me empezó a gustar. Esa fue "la noche".

Cada vez que nos conectábamos al juego y coincidíamos, o jugábamos juntos, o hablábamos algo, lo que fuera. Casi todas las conversaciones empezaban con emoticonos cariñosos. Incluso llegué a querer hablar tanto con él, que instalé en mi móvil una aplicación para hablar por el chat del juego, ya que aún no tenía su número del móvil. Yo creo que todos hemos tenido alguna vez en nuestra vida esa pequeña "desesperación" de hablar con la persona que te gusta, como una necesidad que te atormenta a cada momento. Con ganas de conocerle más, de hablar mas cosas y seguir "ganándotelo" de alguna manera, porque algo dentro de ti dice que quiere que ese, ese chico que aun ni siquiera has visto ni en fotos ni en persona porque vive bastante lejos de ti, sea tuyo.

Gracias a mi amiga, mi amiga del alma, conseguí su número. La manera de conseguirlo fue un tanto ortodoxa, ya que ella cogió mi móvil sin yo darme cuenta y se hizo pasar por mi, pidiéndole su número para hablar por WhatsApp. Yo no se lo había pedido antes porque me daba miedo que él dijera que no, o que me diera largas... Como suele pasar. Pero accedió al momento.

A partir de esto, surgieron una serie de tonteos, de vanas conversaciones, de mis esfuerzos por que habláramos de algo y que no nos quedáramos con ese silencio en el aire. Pasaban los días, y cuando hablábamos a través de un programa para jugar al juego, me ponía muy nerviosa. me daba vergüenza, pero aun así, me encantaba escucharle. Su voz me gustaba, y me gusta. Su manera de hablar. La manera que tiene de picarse conmigo, y de picarme. Todo.

Han pasado unos meses desde entonces.

Hace poco, pasó algo muy extraño, y la relación se cortó. Él se enfadó muchísimo conmigo, y yo caí en la mierda de nuevo. Aunque él en varias ocasiones me dijo que no podía salir conmigo, que no era el momento, que no se encontraba en condiciones... Vamos, el típico "no es por ti, es por mi", siempre lo dejamos como amigos. Pero yo nunca dejé de sentir, en mayor o menor medida. A partir de que él conociera mis sentimientos hacia él y que me dijera que no podía estar conmigo, mi corazón decidió dejar esa acción de "quererle" en segundo plano. Como en los ordenadores. Se sigue ejecutando, pero no te das cuenta de que lo está haciendo.

Cuando casi le pierdo por completo a partir de esa discusión, me di cuenta de lo que realmente sentía por él. Nunca había dejado de sentir algo, aunque fuera lo más mínimo. Y, aunque esto pueda ser fruto de mi paranoia mental de buscar esperanza donde no la hay, siempre pensé y de hecho pienso que algún día habrá algo entre nosotros. Me muero por intentarlo. Por probar a ver cómo sale. Una parte de mí dice que no habrá nada nunca, y otra dice que sí, que tiene que haber algo. Que lo que él dice a veces demuestra que siente algo más que amistad. A veces noto la necesidad en sus palabras, aunque últimamente sean muy escasas. Tengo la vana esperanza de que siente algo por mí, mas allá de lo que me ha dicho siempre.

A partir de la discusión, en la que ya os digo, "tres son multitud", caí en la cuenta de todo esto, y que lucharía para que no se perdiera esa relación, por escasa o simple que fuese. La impotencia de saber que quizá hice mal con él, que tendría que haber hecho mejor las cosas y no dejarme llevar por nadie hacían que pasara unas cuantas noches llorando por lo que perdí. No quería perderle ahora. Ni nunca.

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La parada del tren en la que estoy suele ser el punto de encuentro de mi amiga y yo. Yo llego, ella me recoge, y hacemos cualquier cosa. Siempre tenemos algo que hacer.

Esta vez, la he citado yo. Necesito su consejo, sus ideas, ya que ella tiene, seguramente, mucha más idea de cómo hacer este plan que se me ocurrió anoche antes de dormir. Al fin y al cabo, ya ha pasado por esto de una forma u otra, así que, qué mejor que ella para ayudarme en esta tarea... Y esta aventura.

Llega en su flamante coche blanco. Aparca en batería mientras en su coche suena una canción de reggaetón y marque un ritmo bastante pegadizo. Apaga el coche, y como es costumbre en nosotras, sale de él, viene hacia mí y nos pegamos un gran abrazo. Es una lástima que no nos podamos ver a menudo, es decir, todos los días. Ella vive en el pueblo de al lado, pero, a pesar de eso, siempre la noto cerca. Siempre está ahí.

- Siéntate en el coche un momento antes de ir a tu casa. Tengo que contarte algo.- Le digo inmediatamente después de sentarme en su coche.

Ella me mira con su típica cara de "¿qué me estás contando?", pero se ríe después de decir ojú y saca la llave del coche del contacto. Sabe que lo que sea que le voy a decir, es importante.

- Sabes lo que ha pasado entre él y yo. Ya no me habla, esta receloso... La relación que teníamos se ha perdido.- Le digo con tranquilidad, aunque estoy deseando de soltar lo que tengo pensado y que me diga qué es lo que opina ella.

Asiente con la cabeza, pero no es capaz de articular palabra. Se huele algo gordo.

- Voy a ir a su pueblo. Este fin de semana, cueste lo que cueste. Lo necesito, y le necesito, y creo que es lo mejor que puedo hacer.

Ella, se queda blanca como la cal. Dos segundos después, explota.

- ¿¡QUÉ!? ¿No me digas que vas a presentarte allí arriba, sola, y sólo para hablar con él? ¡Pues ole tú!

No puedo evitar reírme. Ella es única, y se que tengo su apoyo. Va a ser la que me ayude a planearlo todo, cada momento. A imaginar cómo será todo, y cómo pueden salir las cosas, mientras que fumamos un cigarro apoyadas en su bonito coche, ese que nos ha llevado y traído a tantos lugares bonitos.

La verdad, tengo miedo. Tengo miedo de llegar allí y que todo salga mal. Que no quiera verme, que me eche de su vida por completo y no quiera que vuelva más. Voy a hacer un esfuerzo muy grande, ya que voy a ir allí sin sitio donde dormir, sin decirle nada apenas a nadie. Yo creo que él ni se lo imagina, pero en eso consiste. En que vea que he hecho un gran esfuerzo para ir y hablar en persona, cara a cara. Ver lo que ocurre y saber lo que siente, y vernos por fin.

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Mi madre es muy sobreprotectora. Seguramente, si le digo que me voy unos días sola a la otra punta del país, sin haber cogido un lugar donde dormir antes, a la aventura, y con ese propósito, aunque sea ya mayorcita, me va a decir que no voy a salir por la puerta de mi casa. Así que, sintiéndolo en el alma, le tengo que otorgar una mentira piadosa. Le voy a decir que voy con mi amiga, la cual supuestamente estará allí arriba esperándome.

Está recelosa. Sabe que oculto algo, porque se me suele notar y obviamente ella me conoce mucho. Pero me da igual. La cosa está así, y si ella supiera todo lo que me voy a jugar ese fin de semana, lo más seguro es que me cerrara la puerta de mi casa con llave y la tiraría a un pozo con tal de que no vaya, pero lo necesito. Mi madre no entenderá por qué lo hago, o quizá si, pero no puedo arriesgarme a decirle toda la verdad. Este plan tiene que salir... Es necesario para mí.

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Hoy es lunes. Cojo mi portátil, y con los nervios atentando contra la integridad de mis entrañas, busco en la página de los trenes y pago un billete de ida y vuelta hasta la ciudad principal. Es un poco caro, y va a tardar casi trece horas en llegar allí, pero me da igual. El caso es llegar, y desarrollar mi objetivo propuesto. El viernes, faltaré a clase y saldré a las ocho y algo de la mañana de la estación principal de mi ciudad. Muchas horas después, estaré en un lugar que no conozco, yendo hacia un pueblo en el que tampoco he estado, sin más compañía que mi mochila y algo de ropa y dinero, y mis sentimientos a flor de piel. Voy a cruzar todo el país por él.

Instintivamente, cruzo los dedos, y susurro para mis adentros:

- Toda esta distancia es para verte.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Sin título.

No hay nada peor como saber que has hecho daño.

Así es como me siento ahora. Todo el mundo tiene errores, pero no puedes con los tuyos propios. Te sientes mal, te sientes algo insignificante en la vida y que, por supuesto, tienes que desaparecer de alguna manera.

Tu cuerpo te pide desaparecer de alguna manera. Ojalá pudiera ir lejos... Retirarme lejos, sin contacto alguno, y poder pensar en todo, sin presiones, sin más ansiedad que la de las necesidades básicas de mi organismo, y poder librarme de la pena que me pesa en el alma. Es algo necesario, y es peor aun cuando sabes que no puedes hacerlo. Escapar lejos es algo doloroso, pero que aliviaría parte de tu dolor, y del dolor que siente la gente a la que has herido. Sientes que tu sola presencia, aunque sea a distancia, causa problemas. Y una y otra vez viene a tu cabeza la palabra "estorbo".

Las palabras de la gente resuenan duras en mi mente. Me hacen sentir más miserable aún si cabe. Y no puedo evitarlo, porque por lo visto, las verdades duelen, ¿verdad? Entonces, hay que aguantar con la culpa. He hecho daño, y mucho. Llevaba mucho tiempo sin experimentar esta sensación y, puedo asegurar, que no se la deseo a nadie, ni a la peor persona del mundo. Me siento mal, mal conmigo misma, y mal por no saber ni poder echarlo fuera y reventarme de alguna manera para saciar la necesidad de descarga que me reclama el cuerpo.

Lloro cada noche. Y es verdad. Pasan los días y llueve, y con la lluvia caen mis lágrimas sobre la almohada, ya manchada de rimel. Me paso los días con un nudo en la garganta, queriendo llorar con rabia y golpear algo por todo lo que he perdido en cuestión de días. Era tan jodidamente feliz... Una realidad paralela donde cada mañana despertaba con una sonrisa, y el sol de mi vida volvía a estar bien alto en el cielo. Era muy feliz. Podría decir que rozaba la felicidad, si. Pero, como verdad sabida, la felicidad es efímera, y en efecto, así ocurrió. En cuestión de días ha sido todo un remolino de sensaciones en las que lo que me hacía feliz y me sacaba la sonrisa más sincera se ha desmoronado todo, sin quererlo, y es algo que no volveré a ver jamás, creo. Miraba sus ojos, aunque fueran una imagen, y me sentía como en casa. Miraba sus palabras una y otra vez, y me hacían sentir como hacía tiempo que no me sentía... Bien.

Ahora, sabiendo que he hecho mal, que la he cagado hasta el fondo, se que esos buenísimos días puede que no vuelvan nunca. No volveré a sentir ese cosquilleo en la nuca, ni él me volverá a dejar sin palabras. No volverán las tardes tontas, disfrutando de su voz y de la buena compañía. Tampoco volverán las noches llenas de risas y bromas con amigos. Con ese amigo. El rencor es tan grande... Y lo entiendo. Me he metido en medio de algo que no debería, y aunque mi intención no fuera nada parecido a separar a nadie ni romper ninguna relación, lo he conseguido. He conseguido escalar a la cima de lo miserable.

E incluso digo que escribiendo ésto las lágrimas me salen a borbotones mientras una canción llena de tristeza ocupa mis oídos. Es tanta la pena que siento... Es tan grande. Me supera. Lo peor de todo, es que no lo puedo compartir con nadie. Algo me lo impide. Por eso lo escribo aquí... Es una manera de desahogarme, aunque sé que no me leerá nadie. Quizá eso es lo que me tranquiliza. No tengo que recurrir a nada más, por desgracia, para poder sacar mis sentimientos. Lloro, lloro y lloro como el cielo lleva haciendo ya días. Lloro en la oscuridad de mi habitación mientras escribo con rabia y pena estas palabras. A nadie le importará lo que siento. Me lo he merecido, y como no quiero que nadie se sienta obligado a leerme, ni a escucharme, ni a aguantarme después de como me he portado con todo el mundo, lo escribo aquí.

Lloro con los recuerdos. Estos días es que... Han sido tan sumamente buenos... He sido tan feliz. De verdad, que nadie se puede imaginar lo feliz que he sido estos días. Los recuerdos me atormentan en cada resquicio de mi alma, y como el ser humano, y sobre todo yo, parece que me regodeo en la pena, recuerdo y recuerdo cosas, ínfimos detalles que hacen que llore más aún, y que la angustia llene mi habitación. Sé que no he hecho bien. Lo sé y, joder, creerme que me arrepiento muchísimo. Creo que nadie se merece, después de como me he portado, que le venga con el rollo de cómo me siento cuando yo me he distanciado tanto.

Todo tiene un porqué. La burbuja que el cariño mismo te crea tiene unas paredes tan fuertes, que lo que pase alrededor poco a poco te va dando igual. Esta muy mal eso... Y si alguien me lee, le aconsejo que abra los ojos ante la realidad y no haga lo mismo que yo, porque esto que me está pasando no se lo deseo a nadie. Hacia años que no me sentía tan jodidamente mal, y aunque por la calle, o en la facultad, o incluso hablando por teléfono parezca que estoy bien... Es todo una máscara. Aunque una parte de mi lo deteste, quiero comerme este marrón sola. Nadie se merece que le vaya con mis penas... Nadie. Por tanto me amargaré sola.

¿Cómo he llegado a este punto? No lo sé. Sólo se que lo que he hecho no lo he hecho adrede. Se con certeza que en ningún momento he querido herir a nadie, absolutamente a nadie. Me acusan de ir dando pena, de poner excusas, quizá hasta de ser falsa, y obviamente, de ser mala amiga. Pues sí. Les doy la razón. No reconocerlo sería de ser una puta cínica. Me siento muy hundida, y miserable. El pequeño mundo donde he vivido estos días quizá hizo que no quisiera mirar más allá de mis narices, y eso es raro en mí, porque me considero una persona que mira bastante más por los demás que por si misma. Pero ahora cambió, y mira lo que me llevé a cambio. Sentirme como una mierda en este mundo, con una soledad merecida. Quizá aún haya un resquicio de luz, quizá alguien se compadezca y pueda ofrecerme su hombro para marcarlo con mis lágrimas y mi rimel. Quizá alguien siga ahí para sujetarme el pelo y que no se me enrede en las pestañas. No lo se... Lo dudo. Y lo dudo mas que nada por mi comportamiento, no porque no haya gente dispuesta. Hay gente muy buena a mi alrededor, y quizá no he sabido cuidarlos.

De verdad... Que me arrepiento de haber sido así. Pero, aunque no sirva como excusa o pretexto, me he sentido tan sumamente bien... Me he sentido tan... Persona. La gente me miraba a la cara y me veía feliz. Me preguntaban que qué ocurría, que si había encontrado a alguien. Nunca les contesté. Me limitaba a sonreír y a negarlo, porque cuando me pasa algo tan bonito, me da miedo reconocerlo porque no quiero que ese sueño se rompa. Y finalmente estalló, y lo hizo en mis narices.

Me tumbo en la cama, como ahora, y miro la oscuridad. Nada me ilumina, y me vienen imágenes a la mente de todo lo que he vivido estos días. Perdonarme por si lo que voy a decir suena demasiado egoísta, pero joder... Hacía mucho tiempo que no era feliz como en estos días, y la dedicación que le he puesto ha sido sumamente grande, porque joder, soy persona, y siempre pasa que cuando encuentras a alguien que te hace tan feliz con tan poco, tu atención se centra ahí nada mas. Pues eso es lo que me ha pasado. Y no ha estado bien... Nada. No me debería de haber metido. No debería haber sido así. Si hubiera pensado las cosas detenidamente, habría sido diferente, y no me sentiría tan despreciada. Me desprecio a mi misma.

Lloro, joder. Lloro y lo necesito, necesito sacar esto fuera. Necesito llorar muchísimo, hasta caer rendida.

Nadie leerá esto. Y no sé si eso me alegra, o me entristece. La soledad es triste, y ahora, lo único que siento es un dolor en el pecho, algo opresivo, que hace que cuando nadie me ve, algunas lágrimas desborden mis ojos y aullidos sordos contra la almohada salgan de mi boca y me lamente por lo que ha pasado estos días y que sé que no volverá. No volverá. Me intento convencer de ello.

Despertar de un sueño así de repente es muy duro. Durísimo.

Desde aquí, aunque repito, nadie leerá esto, pido perdón a cada una de las personas a las que he olvidado, dejado de lado, he hecho daño o algo similar. Seguramente no lo merezca, pero es lo menos que puedo hacer.


"Nothing compares to you."

sábado, 1 de noviembre de 2014

Menos mal.

Menos mal que por momentos
en esta amnesia de vida
menos mal que aparecías
con el sonido de tu risa.
Menos mal que me abrazabas
para luego yo besarte...
Menos mal que estás en mí.


Menos mal que está tu puerto,
tu puerto para descansar.
Menos mal que tu me salvas
si me toca naufragar.
Menos mal que me besabas...
Para luego yo entregarme.
Menos mal que estás en mí.
Menos mal que me encontraste...