domingo, 21 de diciembre de 2014

El réquiem.

En un lugar idílico de mi conciencia inacabada suena de fondo el réquiem del fin, una música melancólica y serena que anuncia el término de algo precioso.

De repente el paraíso se vuelve gris. Las nubes negras recubren el cielo azul celeste y el aire azota mi melena. Siento frío, me siento sola. Me resguardo encogiéndome sobre mí misma, sin ningún éxito. Miro alrededor algo asustada, pero sé que esto es el réquiem del fin.

Miro a mi alrededor y suspiro, aunque el aire que exhalo se mezcla con la ventisca. Recuerdo perfectamente cómo era todo ésto. Era un lugar bonito, sin demasiadas cosas, simplemente con lo justo. Sus palabras eran lagunas de agua cristalina, donde podía bañarme desnuda sin pudor, con la sonrisa comiéndome la cara y mis mejillas encendidas. Cada risa suya constituía un pequeño lugar de sombra que me resguardaba del sol que azotaba mi piel. Cada abrazo imaginario era alimento para mi ser.

Pero ahora, oigo de lejos ese réquiem viniendo a por mí. Hace que esté asustada, malherida de heridas inexistentes pero que duelen igual o más que las reales. Vienen a por mí, a por mí... Y no quiero que vuelvan.

Él puede tener la solución. La tiene en su mano, pero no le dará uso. Podría decirme algún "te echo de menos" y construiría un lugar con arenas finas y blanquecinas para mí. Si le sigue un "vente conmigo" podría ponerle unas palmeras y árboles tropicales que me darían sombra para las tardes más calurosas, y cobijo para las noches más frías. "Me encanta como eres, me haces sentir bien" supondría un lugar con agua limpia y clara donde podría beber día a día. Y si me dijera "Te quiero", el Sol se impondría sobre mi cielo y haría que mis pupilas se contraigan a la velocidad de la luz, sacándome una sonrisa y poniendo mi mano sobre mis ojos, y la Luna se impondría luminosa sobre mi cielo cada noche haciéndome sentir acompañada, comprendida, amada.

Pero sé que eso no pasará. Sé que todo esto son soluciones, pero que no llegarán día alguno. Lo pienso con los ojos cerrados, y noto en mi cara la tensión en la piel de una sonrisa sincera. La realidad me azota, y veo que el réquiem del fin está delante de mí. Ya no habrá más paisajes.

Lo que hay en ti.

Esperaba de pie en el centro del parque, nerviosa, mirando el móvil y mis uñas de forma compulsiva y aguantando la ansiedad al límite. Mis mariposas volaban en mis entrañas como si chocaran con las paredes, como si no tuvieran un destino definido.

Mi vista se iba a todas las personas que pasaban delante mía, buscando tu rostro entre la gente y deseando que aparecieses ante mí, y por fin ver el desenlace, o el principio de una historia. Siempre estaba poniendo mi melena en el sitio que consideraba adecuado, me miraba con la cámara frontal del móvil para ver si mi maquillaje se había movido de su sitio, y alisaba las arrugas espontáneas de mi ropa de forma nerviosa. Quería gustarte, encantarte, enamorarte. Pensaba en las probabilidades de que me rechazaras, pero automáticamente borraba esa idea de mi cabeza porque quería pensar en algo positivo... No quería plantearme el pensamiento de perderte.

Los dos habíamos hecho un viaje largo hasta un punto concreto. Habíamos quedado ahí, apartados de nuestra civilización, en un lugar casi desconocido para los dos, pero que sería nuestro punto de encuentro y el lugar determinado para empezar algo. Nadie sabía nada. Todo era nuestro, hasta el secreto. Nos gustamos tanto, somos tan complementarios que sabemos que, en el momento de unirnos, seremos uno. Sólo uno.

De repente vi a lo lejos a alguien paseando de forma tranquila, pero con un gesto serio. Al ver que eras tú, las mariposas volaron alocadamente y chocaron contra mí, diciéndome de forma indirecta que eras tú, buscándome entre la multitud de gente que se dirigía a sus destinos. Tú me buscabas con la mirada, yo te buscaba con el alma. Sabía que ese eras tú, y como un insecto atraído hacia la luz, eché a andar hacia ti.

Cuando estuve a unos metros delante de ti, miraste al frente y me viste. Yo me mordía el labio inferior, pensando poco en mi pintalabios que me había puesto especialmente para ti. Sonreíste de medio lado, y yo me derretí por dentro. Todos los días había soñado con ese momento, y por fin se estaba cumpliendo. Estaba muy tensa, quería saber lo que pensabas, lo que sentías, lo que veías y cómo lo veías. Conocía ya entonces tu espíritu crítico, y tenía miedo de que te arrepintieras y te fueras... Pero no fue así. Casi corriste hacia mí, y yo hice lo mismo.

Me cogiste las manos, y tanto las tuyas como las mías estaban frías debido al invierno que caía sobre nuestros corazones, y también por el frío de los nervios. Yo temblaba, tú... Sonreías. Yo lloraba, tú me secaste las lágrimas con el pulgar. Sin mediar palabra, nos fundimos en el beso más dulce que nunca tuve, que nunca sentí. Era un beso con ansia, con pasión, pero con delicadeza, con cariño, con amor. Exactamente no recuerdo el tiempo que pasó, pero sé que fue suficiente para saber que los dos sentíamos lo mismo, y que el mundo de alrededor poco importaba.

Nos separamos un poco, por fin. Apoyaste tu frente sobre la mía, y rozaste la punta de la nariz conmigo. No pude evitarlo, y fui directa de nuevo a tus labios. Estaba viviendo un sueño, algo que pensé que nunca llegaría y ahí estabas... Delante mía. Yo no paraba de llorar, pero de alegría. Era tan grande lo que sentía... Y sabía que esos días serían sólo para nosotros.

Me cogiste de la mano y fuimos directos al hotel. Un edificio con habitaciones minimalistas, pero acogedoras. Diáfano, respetuoso con nuestros sentimientos, justo lo que queríamos. El sonido de la puerta cerrada detrás mía determinó el inicio de algo que estábamos deseando expresar con nuestros cuerpos, con nuestra alma. Te acercaste por detrás y rozaste con tu mano mi hombro, me susurraste palabras obscenas cerca de mi oído y algo se activó dentro de mí.

Mi respiración se agitó, y tu te pusiste delante mía. Acariciaste mi mandíbula con un dedo, dejando un efecto eléctrico que se distribuyó por varias partes de mi cuerpo. Notaba los latidos frenéticos de mi corazón, y las ganas de ti. Tu boca se acercó a la mía, y la voracidad de nuestras ganas salió a flote. No había reparado en que sonaba una melancólica y sensual Lana del Rey de fondo, con uno de los temas que a mi más me gustan... Sad girl.

Besaste mi cuello, bajando hacia mi clavícula. Cerré los ojos y me limité a sentir, a liberar mi alma, a dártelo todo. Te abrazaba fuerte contra mí, sintiéndote muy cerca, notando tu excitación y tus ganas de mí. En un segundo te retiraste y hiciste que me desprendiera de mi camisa, y de mis leggins. Admiraste el panorama y callaste, pero automáticamente tocaste en una de tus zonas preferidas de mi cuerpo. Yo te miraba, estaba fuera de mí misma, lasciva, hambrienta, por tanto, yo hice lo mismo contigo. Los dos nos quedamos en ropa interior, abrazados, tocándonos, besándonos, comiéndonos.

Me pusiste delicadamente sobre la cama, separaste mis piernas y me admiraste un momento. Tu voz sonaba suave sobre mi piel, que recorrías con la lengua y arrancabas suspiros de mi cuerpo. Yo, caprichosa, quería notarte encima, así que te cogí de la ropa interior y te empujé hacia mí. Te noté duro sobre mí, y activó aún mas mi centro nervioso del placer. Mis gemidos salían descontrolados por mi boca a medida que te acariciaba y tú me acariciabas, sin control, sin excesos. De un movimiento, me puse sobre ti. Yo te miraba con una ceja levantada, mordiéndome el labio en señal de excitación. Puse tus manos sobre mis pechos y balanceé mis caderas al ritmo de la canción. El roce hacía de fuego para nuestra mecha, y nos volvimos aún más locos. El resto de ropa sobró y cayó sobre el suelo, silenciosa.

I'm a sad girl, I'm a sad girl, I'm a bad girl...

Me retiré y me dediqué a darte placer de una de las formas que más te gustan.

His got the fire, and he walks with fame...

Tu respiración acelerada, tus movimientos de súplica subliminal y la restricción que yo te ofrecía hacía que los dos estuviéramos en un estado de embriaguez del que no queríamos salir. Mi boca te trasladaba a una dimensión diferente, mi lengua era el transporte de tu piel y yo tu locura personalizada. Yo estaba preparada. Tú estabas preparado.

Ninguno de los dos lo pensamos. Yo me puse sobre ti, y te introdujiste dentro. Un sonido y un gemido salieron de mi boca, seca por la respiración agitadísima y por haber cedido su humedad a una parte concreta de tu cuerpo.

Y por fin, tu alma y la mía se unieron. Tu sujetabas mis manos, y entrelazadas, junto con nuestro movimiento y roce, llegamos juntos a ese lugar tan privado, tan nuestro que tanto deseábamos probar el uno del otro. Nos fundimos, sin más.

Poco después, yo estoy apoyada sobre tu pecho, y tú me acaricias el pelo. Los dos estamos con los ojos cerrados, sintiendo el calor del otro. Muevo mi cabeza para acariciar tu torso con mi mejilla, y darte algún beso furtivo. Noto los latidos de tu corazón, y el mío bombeando con fuerza por algo que ha nacido aquí, que lleva tiempo creciendo pero que ha surgido aquí y ahora.

Aquí estoy ahora, contigo, enamorada de lo que hay en ti. Contándote lo que siento y lo que hemos vivido.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Distancia para verte. Capítulo 1: El origen.

No sé como ocurrió. Todo aparece un tanto confuso en mi mente.

La relación que llevábamos, que no era para nada mala, se vio disuelta. Apenas le tenía, es más, no podía decir que fuera mío. Pero le sentía cerca... Le sentía, a su manera, conmigo. Pasaban los días y hablábamos algo, pero nada especial o comprometido. Todo quedó en una amistad desde que confesé mis sentimientos hacia él.

Este verano, el que ya ha acabado, apareció lleno de sorpresas y de nueva gente. Conocí muchas personas, las de siempre siguieron ahí... Todo fluía. Yo seguía jugando a aquel juego tan conocido, que ocupaba la mayor parte del tiempo de mis vacaciones, y también de mi supuesto tiempo de estudio. Pero no me importaba. Esa era mi manera de evadirme del mundo real, y no me arrepiento de ello. Porque ahí le conocí a él.

Fue una noche, una noche normal y cualquiera de verano. Hacía poco tiempo que había terminado los últimos exámenes del año, y me consideré oficialmente de vacaciones aunque tuviera que estudiar para septiembre. Me daba igual, me merecía un descanso mental en el que mi única preocupación fuera si lo hacía bien o mal en el juego. Eché una partida con un conocido, y con él iba otro chico. La partida se desarrolló de forma normal, aunque perdimos. Estoy acostumbrada a perder en muchos aspectos de la vida.

De repente, alguien me agrega a amigos. Es el chico que iba con mi colega, o conocido, como queráis llamarlo. Yo pensé que seguramente le habría gustado cómo jugaba o algo, y por eso me agregaba, para jugar más partidas con él. Acepté la petición, y ahí empezó uno de los desastres más bonitos y a la vez más dolorosos de mi vida.

- Uff, vaya partida. No podía hacer más por que ganáramos.

La conversación empezó a fluir. No nos faltaba tema, no nos faltaba nada más. Todo seguía un curso, que me llevó a lo que actualmente siento. Pasamos de hablar del juego, a hablar de la vida misma, de nosotros, de conocernos. Reconozco que me gustó como hablaba, como se comportaba conmigo, y decidí sacar mis armas de seducción. No es que yo goce de una moral muy alta, pero en esta vida, o sacas tu la cabeza por encima del agua, o nadie se dará cuenta de que andas buceando. Empecé a contarle cosas mías, de cómo era, cómo vestía. Él me contó cosas parecidas sobre él, y cómo no, terminamos hablando hasta de sexo. Sobre todo a partir de este punto, yo creo que los dos nos dimos cuenta de que teníamos algo que conectábamos.

Seguimos hablando de todo un poco. Incluso nos dimos consejos sobre la vida, algo que no suele pasar, sobre todo cuando acabas de conocer a alguien, y menos en un juego. Me pareció un chico excelente, y sin ni siquiera verle la cara, ya pude decir que me empezó a gustar. Esa fue "la noche".

Cada vez que nos conectábamos al juego y coincidíamos, o jugábamos juntos, o hablábamos algo, lo que fuera. Casi todas las conversaciones empezaban con emoticonos cariñosos. Incluso llegué a querer hablar tanto con él, que instalé en mi móvil una aplicación para hablar por el chat del juego, ya que aún no tenía su número del móvil. Yo creo que todos hemos tenido alguna vez en nuestra vida esa pequeña "desesperación" de hablar con la persona que te gusta, como una necesidad que te atormenta a cada momento. Con ganas de conocerle más, de hablar mas cosas y seguir "ganándotelo" de alguna manera, porque algo dentro de ti dice que quiere que ese, ese chico que aun ni siquiera has visto ni en fotos ni en persona porque vive bastante lejos de ti, sea tuyo.

Gracias a mi amiga, mi amiga del alma, conseguí su número. La manera de conseguirlo fue un tanto ortodoxa, ya que ella cogió mi móvil sin yo darme cuenta y se hizo pasar por mi, pidiéndole su número para hablar por WhatsApp. Yo no se lo había pedido antes porque me daba miedo que él dijera que no, o que me diera largas... Como suele pasar. Pero accedió al momento.

A partir de esto, surgieron una serie de tonteos, de vanas conversaciones, de mis esfuerzos por que habláramos de algo y que no nos quedáramos con ese silencio en el aire. Pasaban los días, y cuando hablábamos a través de un programa para jugar al juego, me ponía muy nerviosa. me daba vergüenza, pero aun así, me encantaba escucharle. Su voz me gustaba, y me gusta. Su manera de hablar. La manera que tiene de picarse conmigo, y de picarme. Todo.

Han pasado unos meses desde entonces.

Hace poco, pasó algo muy extraño, y la relación se cortó. Él se enfadó muchísimo conmigo, y yo caí en la mierda de nuevo. Aunque él en varias ocasiones me dijo que no podía salir conmigo, que no era el momento, que no se encontraba en condiciones... Vamos, el típico "no es por ti, es por mi", siempre lo dejamos como amigos. Pero yo nunca dejé de sentir, en mayor o menor medida. A partir de que él conociera mis sentimientos hacia él y que me dijera que no podía estar conmigo, mi corazón decidió dejar esa acción de "quererle" en segundo plano. Como en los ordenadores. Se sigue ejecutando, pero no te das cuenta de que lo está haciendo.

Cuando casi le pierdo por completo a partir de esa discusión, me di cuenta de lo que realmente sentía por él. Nunca había dejado de sentir algo, aunque fuera lo más mínimo. Y, aunque esto pueda ser fruto de mi paranoia mental de buscar esperanza donde no la hay, siempre pensé y de hecho pienso que algún día habrá algo entre nosotros. Me muero por intentarlo. Por probar a ver cómo sale. Una parte de mí dice que no habrá nada nunca, y otra dice que sí, que tiene que haber algo. Que lo que él dice a veces demuestra que siente algo más que amistad. A veces noto la necesidad en sus palabras, aunque últimamente sean muy escasas. Tengo la vana esperanza de que siente algo por mí, mas allá de lo que me ha dicho siempre.

A partir de la discusión, en la que ya os digo, "tres son multitud", caí en la cuenta de todo esto, y que lucharía para que no se perdiera esa relación, por escasa o simple que fuese. La impotencia de saber que quizá hice mal con él, que tendría que haber hecho mejor las cosas y no dejarme llevar por nadie hacían que pasara unas cuantas noches llorando por lo que perdí. No quería perderle ahora. Ni nunca.

---------------------------

La parada del tren en la que estoy suele ser el punto de encuentro de mi amiga y yo. Yo llego, ella me recoge, y hacemos cualquier cosa. Siempre tenemos algo que hacer.

Esta vez, la he citado yo. Necesito su consejo, sus ideas, ya que ella tiene, seguramente, mucha más idea de cómo hacer este plan que se me ocurrió anoche antes de dormir. Al fin y al cabo, ya ha pasado por esto de una forma u otra, así que, qué mejor que ella para ayudarme en esta tarea... Y esta aventura.

Llega en su flamante coche blanco. Aparca en batería mientras en su coche suena una canción de reggaetón y marque un ritmo bastante pegadizo. Apaga el coche, y como es costumbre en nosotras, sale de él, viene hacia mí y nos pegamos un gran abrazo. Es una lástima que no nos podamos ver a menudo, es decir, todos los días. Ella vive en el pueblo de al lado, pero, a pesar de eso, siempre la noto cerca. Siempre está ahí.

- Siéntate en el coche un momento antes de ir a tu casa. Tengo que contarte algo.- Le digo inmediatamente después de sentarme en su coche.

Ella me mira con su típica cara de "¿qué me estás contando?", pero se ríe después de decir ojú y saca la llave del coche del contacto. Sabe que lo que sea que le voy a decir, es importante.

- Sabes lo que ha pasado entre él y yo. Ya no me habla, esta receloso... La relación que teníamos se ha perdido.- Le digo con tranquilidad, aunque estoy deseando de soltar lo que tengo pensado y que me diga qué es lo que opina ella.

Asiente con la cabeza, pero no es capaz de articular palabra. Se huele algo gordo.

- Voy a ir a su pueblo. Este fin de semana, cueste lo que cueste. Lo necesito, y le necesito, y creo que es lo mejor que puedo hacer.

Ella, se queda blanca como la cal. Dos segundos después, explota.

- ¿¡QUÉ!? ¿No me digas que vas a presentarte allí arriba, sola, y sólo para hablar con él? ¡Pues ole tú!

No puedo evitar reírme. Ella es única, y se que tengo su apoyo. Va a ser la que me ayude a planearlo todo, cada momento. A imaginar cómo será todo, y cómo pueden salir las cosas, mientras que fumamos un cigarro apoyadas en su bonito coche, ese que nos ha llevado y traído a tantos lugares bonitos.

La verdad, tengo miedo. Tengo miedo de llegar allí y que todo salga mal. Que no quiera verme, que me eche de su vida por completo y no quiera que vuelva más. Voy a hacer un esfuerzo muy grande, ya que voy a ir allí sin sitio donde dormir, sin decirle nada apenas a nadie. Yo creo que él ni se lo imagina, pero en eso consiste. En que vea que he hecho un gran esfuerzo para ir y hablar en persona, cara a cara. Ver lo que ocurre y saber lo que siente, y vernos por fin.

---------------------------

Mi madre es muy sobreprotectora. Seguramente, si le digo que me voy unos días sola a la otra punta del país, sin haber cogido un lugar donde dormir antes, a la aventura, y con ese propósito, aunque sea ya mayorcita, me va a decir que no voy a salir por la puerta de mi casa. Así que, sintiéndolo en el alma, le tengo que otorgar una mentira piadosa. Le voy a decir que voy con mi amiga, la cual supuestamente estará allí arriba esperándome.

Está recelosa. Sabe que oculto algo, porque se me suele notar y obviamente ella me conoce mucho. Pero me da igual. La cosa está así, y si ella supiera todo lo que me voy a jugar ese fin de semana, lo más seguro es que me cerrara la puerta de mi casa con llave y la tiraría a un pozo con tal de que no vaya, pero lo necesito. Mi madre no entenderá por qué lo hago, o quizá si, pero no puedo arriesgarme a decirle toda la verdad. Este plan tiene que salir... Es necesario para mí.

---------------------------

Hoy es lunes. Cojo mi portátil, y con los nervios atentando contra la integridad de mis entrañas, busco en la página de los trenes y pago un billete de ida y vuelta hasta la ciudad principal. Es un poco caro, y va a tardar casi trece horas en llegar allí, pero me da igual. El caso es llegar, y desarrollar mi objetivo propuesto. El viernes, faltaré a clase y saldré a las ocho y algo de la mañana de la estación principal de mi ciudad. Muchas horas después, estaré en un lugar que no conozco, yendo hacia un pueblo en el que tampoco he estado, sin más compañía que mi mochila y algo de ropa y dinero, y mis sentimientos a flor de piel. Voy a cruzar todo el país por él.

Instintivamente, cruzo los dedos, y susurro para mis adentros:

- Toda esta distancia es para verte.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Sin título.

No hay nada peor como saber que has hecho daño.

Así es como me siento ahora. Todo el mundo tiene errores, pero no puedes con los tuyos propios. Te sientes mal, te sientes algo insignificante en la vida y que, por supuesto, tienes que desaparecer de alguna manera.

Tu cuerpo te pide desaparecer de alguna manera. Ojalá pudiera ir lejos... Retirarme lejos, sin contacto alguno, y poder pensar en todo, sin presiones, sin más ansiedad que la de las necesidades básicas de mi organismo, y poder librarme de la pena que me pesa en el alma. Es algo necesario, y es peor aun cuando sabes que no puedes hacerlo. Escapar lejos es algo doloroso, pero que aliviaría parte de tu dolor, y del dolor que siente la gente a la que has herido. Sientes que tu sola presencia, aunque sea a distancia, causa problemas. Y una y otra vez viene a tu cabeza la palabra "estorbo".

Las palabras de la gente resuenan duras en mi mente. Me hacen sentir más miserable aún si cabe. Y no puedo evitarlo, porque por lo visto, las verdades duelen, ¿verdad? Entonces, hay que aguantar con la culpa. He hecho daño, y mucho. Llevaba mucho tiempo sin experimentar esta sensación y, puedo asegurar, que no se la deseo a nadie, ni a la peor persona del mundo. Me siento mal, mal conmigo misma, y mal por no saber ni poder echarlo fuera y reventarme de alguna manera para saciar la necesidad de descarga que me reclama el cuerpo.

Lloro cada noche. Y es verdad. Pasan los días y llueve, y con la lluvia caen mis lágrimas sobre la almohada, ya manchada de rimel. Me paso los días con un nudo en la garganta, queriendo llorar con rabia y golpear algo por todo lo que he perdido en cuestión de días. Era tan jodidamente feliz... Una realidad paralela donde cada mañana despertaba con una sonrisa, y el sol de mi vida volvía a estar bien alto en el cielo. Era muy feliz. Podría decir que rozaba la felicidad, si. Pero, como verdad sabida, la felicidad es efímera, y en efecto, así ocurrió. En cuestión de días ha sido todo un remolino de sensaciones en las que lo que me hacía feliz y me sacaba la sonrisa más sincera se ha desmoronado todo, sin quererlo, y es algo que no volveré a ver jamás, creo. Miraba sus ojos, aunque fueran una imagen, y me sentía como en casa. Miraba sus palabras una y otra vez, y me hacían sentir como hacía tiempo que no me sentía... Bien.

Ahora, sabiendo que he hecho mal, que la he cagado hasta el fondo, se que esos buenísimos días puede que no vuelvan nunca. No volveré a sentir ese cosquilleo en la nuca, ni él me volverá a dejar sin palabras. No volverán las tardes tontas, disfrutando de su voz y de la buena compañía. Tampoco volverán las noches llenas de risas y bromas con amigos. Con ese amigo. El rencor es tan grande... Y lo entiendo. Me he metido en medio de algo que no debería, y aunque mi intención no fuera nada parecido a separar a nadie ni romper ninguna relación, lo he conseguido. He conseguido escalar a la cima de lo miserable.

E incluso digo que escribiendo ésto las lágrimas me salen a borbotones mientras una canción llena de tristeza ocupa mis oídos. Es tanta la pena que siento... Es tan grande. Me supera. Lo peor de todo, es que no lo puedo compartir con nadie. Algo me lo impide. Por eso lo escribo aquí... Es una manera de desahogarme, aunque sé que no me leerá nadie. Quizá eso es lo que me tranquiliza. No tengo que recurrir a nada más, por desgracia, para poder sacar mis sentimientos. Lloro, lloro y lloro como el cielo lleva haciendo ya días. Lloro en la oscuridad de mi habitación mientras escribo con rabia y pena estas palabras. A nadie le importará lo que siento. Me lo he merecido, y como no quiero que nadie se sienta obligado a leerme, ni a escucharme, ni a aguantarme después de como me he portado con todo el mundo, lo escribo aquí.

Lloro con los recuerdos. Estos días es que... Han sido tan sumamente buenos... He sido tan feliz. De verdad, que nadie se puede imaginar lo feliz que he sido estos días. Los recuerdos me atormentan en cada resquicio de mi alma, y como el ser humano, y sobre todo yo, parece que me regodeo en la pena, recuerdo y recuerdo cosas, ínfimos detalles que hacen que llore más aún, y que la angustia llene mi habitación. Sé que no he hecho bien. Lo sé y, joder, creerme que me arrepiento muchísimo. Creo que nadie se merece, después de como me he portado, que le venga con el rollo de cómo me siento cuando yo me he distanciado tanto.

Todo tiene un porqué. La burbuja que el cariño mismo te crea tiene unas paredes tan fuertes, que lo que pase alrededor poco a poco te va dando igual. Esta muy mal eso... Y si alguien me lee, le aconsejo que abra los ojos ante la realidad y no haga lo mismo que yo, porque esto que me está pasando no se lo deseo a nadie. Hacia años que no me sentía tan jodidamente mal, y aunque por la calle, o en la facultad, o incluso hablando por teléfono parezca que estoy bien... Es todo una máscara. Aunque una parte de mi lo deteste, quiero comerme este marrón sola. Nadie se merece que le vaya con mis penas... Nadie. Por tanto me amargaré sola.

¿Cómo he llegado a este punto? No lo sé. Sólo se que lo que he hecho no lo he hecho adrede. Se con certeza que en ningún momento he querido herir a nadie, absolutamente a nadie. Me acusan de ir dando pena, de poner excusas, quizá hasta de ser falsa, y obviamente, de ser mala amiga. Pues sí. Les doy la razón. No reconocerlo sería de ser una puta cínica. Me siento muy hundida, y miserable. El pequeño mundo donde he vivido estos días quizá hizo que no quisiera mirar más allá de mis narices, y eso es raro en mí, porque me considero una persona que mira bastante más por los demás que por si misma. Pero ahora cambió, y mira lo que me llevé a cambio. Sentirme como una mierda en este mundo, con una soledad merecida. Quizá aún haya un resquicio de luz, quizá alguien se compadezca y pueda ofrecerme su hombro para marcarlo con mis lágrimas y mi rimel. Quizá alguien siga ahí para sujetarme el pelo y que no se me enrede en las pestañas. No lo se... Lo dudo. Y lo dudo mas que nada por mi comportamiento, no porque no haya gente dispuesta. Hay gente muy buena a mi alrededor, y quizá no he sabido cuidarlos.

De verdad... Que me arrepiento de haber sido así. Pero, aunque no sirva como excusa o pretexto, me he sentido tan sumamente bien... Me he sentido tan... Persona. La gente me miraba a la cara y me veía feliz. Me preguntaban que qué ocurría, que si había encontrado a alguien. Nunca les contesté. Me limitaba a sonreír y a negarlo, porque cuando me pasa algo tan bonito, me da miedo reconocerlo porque no quiero que ese sueño se rompa. Y finalmente estalló, y lo hizo en mis narices.

Me tumbo en la cama, como ahora, y miro la oscuridad. Nada me ilumina, y me vienen imágenes a la mente de todo lo que he vivido estos días. Perdonarme por si lo que voy a decir suena demasiado egoísta, pero joder... Hacía mucho tiempo que no era feliz como en estos días, y la dedicación que le he puesto ha sido sumamente grande, porque joder, soy persona, y siempre pasa que cuando encuentras a alguien que te hace tan feliz con tan poco, tu atención se centra ahí nada mas. Pues eso es lo que me ha pasado. Y no ha estado bien... Nada. No me debería de haber metido. No debería haber sido así. Si hubiera pensado las cosas detenidamente, habría sido diferente, y no me sentiría tan despreciada. Me desprecio a mi misma.

Lloro, joder. Lloro y lo necesito, necesito sacar esto fuera. Necesito llorar muchísimo, hasta caer rendida.

Nadie leerá esto. Y no sé si eso me alegra, o me entristece. La soledad es triste, y ahora, lo único que siento es un dolor en el pecho, algo opresivo, que hace que cuando nadie me ve, algunas lágrimas desborden mis ojos y aullidos sordos contra la almohada salgan de mi boca y me lamente por lo que ha pasado estos días y que sé que no volverá. No volverá. Me intento convencer de ello.

Despertar de un sueño así de repente es muy duro. Durísimo.

Desde aquí, aunque repito, nadie leerá esto, pido perdón a cada una de las personas a las que he olvidado, dejado de lado, he hecho daño o algo similar. Seguramente no lo merezca, pero es lo menos que puedo hacer.


"Nothing compares to you."

sábado, 1 de noviembre de 2014

Menos mal.

Menos mal que por momentos
en esta amnesia de vida
menos mal que aparecías
con el sonido de tu risa.
Menos mal que me abrazabas
para luego yo besarte...
Menos mal que estás en mí.


Menos mal que está tu puerto,
tu puerto para descansar.
Menos mal que tu me salvas
si me toca naufragar.
Menos mal que me besabas...
Para luego yo entregarme.
Menos mal que estás en mí.
Menos mal que me encontraste...


miércoles, 29 de octubre de 2014

Sus ojos verdes.

Nadie me dijo que iba a caer de nuevo en lo profundo de unos ojos verdes, adornando la cara de otro.

Dicen que el destino es así de caprichoso. Pone en tu vida gente que no esperarías tener, y que no sabías que iba a calar tan hondo en tu alma. Y te pones a pensar, mirando la nada, y te das cuenta de que parece que algo ha dado de lleno en tu corazón sin tú percatarte apenas. Con todo esto haces un símil con las flechas de Cupido, tan famosas ellas. Te encuentras parado en el andén del camino a ninguna parte, esperando un tren que no sabes si pasará, mientras te abrazas a ti misma esperando que el frío no cale tus huesos.

Sola en el andén.

No se escucha apenas nada, sólo el viento meciendo las hojas de árboles cercanos. La estación es fría, y estas congelada. Junto con tu respiración salen nubes de vapor que rápidamente desaparecen en el aire, mezclándose con él como tu añoras mezclarte con alguien.

Añoras el calor. Echas de menos sentir a alguien entre tus brazos, poder expresarte sin pudor y ser tú misma. A veces todos necesitamos de calor ajeno para sentirnos alguien en este mundo, y aunque sea triste, a la vez resulta un hecho precioso, y todo esto lo meditas mientras miras las vías solitarias del tren que no pasa. Ves la hierba olvidada crecer entre los tablones antiguos, fresca, con el rocío bañando su color de la esperanza.

De repente algo se mueve a tu derecha, lejos. Ves una sombra aparecer entre la bruma del lugar sombrío y solitario. Te quedas mirando contemplativa, y a la vez asustada. No reconoces la figura que se acerca poco a poco, a lo lejos, y vas sintiendo el miedo en tu interior.

Pero poco a poco, vas delimitando mejor con la mirada la persona que se acerca hacia ti con paso lento. Vas viendo su forma, y cada vez, de forma inexplicable, vas sintiendo menos miedo, y te invade una sensación parecida a cuando llegas a casa después de un día durísimo. Te llena la tranquilidad, el sosiego, el cariño, y quizá también un poco de amor.

Vas descubriendo sus facciones, que miras detenidamente para ver si lo conoces de algo. La verdad, no te suena de nada, pero tienes la sensación de que lo conoces de toda la vida. Te hace sentir tranquila, e incluso te dan ganas de sonreírle aunque no lo conozcas de nada.

Al momento, posas tu mirada en unos ojos profundos que describen tanto... Unos ojos verdes claro, Verdes como un día de verano, a la luz potente del sol sobre tu piel en un sábado estival. Ojos que calientan como el sol en una mañana de invierno después de una lluvia torrencial. Esos ojos verdes...

Cuando de repente se queda mirándote y te dedica una de sus mejores sonrisas, pagarías por detener el tiempo y verle así, tan tranquilo, tan despreocupado, tan atento...

Instintivamente le coges la cara con tus dos manos frías, a cada lado, y pasas el pulgar por la zona más superficial de sus mejillas, tensas por una sonrisa sincera que te dedica. Observas toda su expresión, como si fuera alguien con el que has crecido pero que hacía años que no veías. Como si se tratara de una revelación.

Sientes la cercanía de su cuerpo y alma, y te aproximas más a él. Le necesitas cerca. Necesitas el peso de sus brazos sobre tus hombros, o sobre tu cintura, o sus manos alrededor de tu rostro. Solo puedes sonreír ante tanta bruma. Él también sonríe. Él te conoce.

Sin querer os movéis en círculos, lentamente. Tenéis el rostro muy cerca uno del otro, sonriendo y riendo sin parar, y sigues igual de perdida en el carnaval de su mirada. Oh, cuánto sacrificarías por un momento eterno como el que estás viviendo en esos instantes... Cómo negociarías con el mismísimo tiempo para que el momento fuera eterno, y las horas, minutos y segundos, un lejano recuerdo.

- Pequeña.

En su voz grave se oye su ternura, su cariño. Escuchas como en esa parte de su fondo reclama tu cariño con ternura, y sin pensarlo dos veces, tus actos lo hacen recíproco pero de una manera silenciosa. Los dedos de tus manos se entrelazan con su pelo bañado en una tarde de sol. Os fundís en un abrazo tan intenso, que cuando apoyas tu cabeza en su hombro, repleta de felicidad, aspiras lentamente su aroma que te envuelve y te transporta hacia lo más profundo de tus sentimientos.

- Estoy aquí, cielo.

Las palabras son breves, pero te bastan. El abrazo no cesa, pero quieres mirarle mucho más y pones tu cara en frente de la suya. Rozáis la nariz como esquimales, y reís. Los acordes de su risa hacen el momento más entrañable aun, y resuenan en tu mente por unos segundos más.

Y una vez que el verde y el oscuro se unen unos segundos, te acercas. Él se acerca. Los labios se rozan por un momento. Se tocan, y se alejan un poco. Sentís los dos el aliento rozando vuestra boca, y no podéis aguantar más. Os juntáis lentamente y el amor surge de lo más profundo de vuestro ser, envolviendo dos almas gemelas que se unieron en un espacio de tiempo tan corto que apenas nadie pudo contemplarlo.

Surgió.

jueves, 24 de julio de 2014

Quiero enamorarme.

Hay ocasiones en que la melancolía llama a la puerta de mi habitación y me sonroja las mejillas recordándome que tengo el cuerpo frío, falto de algunos brazos que me hagan sentir cálida.

En las tinieblas de la joven noche me inundan los recuerdos de viejos amores, de sentimientos que existieron en mi corazón y que me enseñaron cómo era querer de veras.

¿Cómo hago yo, para escapar de sus brazos engañosos cuando me siento así, en el transcurrir de los días y las noches, cuando mi alma yace aquí encerrada, y yo lo que quiero es estar realmente enamorada?...

Quizá la culpa la tienen los cuentos de hadas, que siempre nos enseñan que hay alguien para nosotros, que existe pero que hay que encontrarlo, esté donde esté. Que tarde o temprano aparece, cuando menos lo esperamos, y que nos proporciona todo aquello que tanto tiempo llevábamos buscando.

Mi alma tiene la necesidad de abrazar, de expandir sus alas ante la ilusión de un verdadero amor, un amor inocente y benévolo, sin mentiras, sin forzar, sin secretos. Besar con ganas cada mañana, como si fuera la última vez. Reír ante cualquier cosa, mientras que me coges de la mano y te ríes conmigo. Compartir algún baile, una fiesta, una sonrisa, una mirada...

Disfrutar del sol del ocaso en una playa casi desierta, donde en el tiempo, sólo existamos tu y yo. Que el viento nos limpie el rostro de arena fina y salitre mientras que sentimos besos con sabor a sal en nuestros labios. Que el alma llegue a tal nivel de plenitud que nos sintamos únicos en este mundo, como si se parara el tiempo y nos diera más oportunidades de las que ya nos quedan.

Tener el placer de verte conducir, con la mirada atenta, y no poder evitar que nazca una sonrisa en mi boca. Que las ganas de besarte sean tantas, que entrelace mis dedos con los tuyos y te bese el dorso de la mano mostrándote mi gratitud por tenerte a mi lado. Qué grande es el amor, y qué difícil es obtener el verdadero.

Quiero ganarte, al fin y al cabo. Me encantaría poder decir un "te quiero" sincero alguna vez, sentirme amada y amar como tantos otros. Amarte con toda mi alma, y saber que te tengo aunque estés lejos. Poder decirte al oído después de una noche intensamente placentera que soy tuya, y apoyar mi rostro en tu pecho sintiendo el calor de tu vida. Vivir la luz que desprende mi cuerpo cuando estemos en ese momento en el que dos almas se juntan y llevan su imperceptible sonido al unísono. Contigo.

Algo dentro de mí me dice que de alguna forma me necesitas. Me lo demuestras casi día a día, y quizá tenga el placer algún día de poder quererte a gusto y sentirme querida contigo. Siento la necesidad en tus palabras cuando notas que me enfado, o simplemente cuando no te hablo. Siento que haces cosas por mí, por mínimas que sean. Quiero que todo esto merezca la pena, y que algún día pueda quererte.

Necesítame. Quiéreme y yo te querré. Demuéstramelo día a día y me tendrás. Porque quiero vivir en tu vida, y siento que tú algún día sentirás lo mismo.

No te vayas. Sigue conmigo, porque quiero enamorarme.

martes, 3 de junio de 2014

Adorable niña.

Ella se sienta solitaria, con la espalda encorvada. Quizá por el peso, pero también por el peso de lo que lleva cargando en su vida, tan llena de historias de dolor como de alegría.

Mira al horizonte con el entrecejo fruncido, protegiendo su mirada del color del otoño del mismo sol. Suspira y aspira aire lenta pero sonoramente, notando cómo se expande su pecho a veces dolorido por las experiencias. A decir verdad, tiene muchos pesares entre sus conquistas, muchos quebraderos de cabeza que más de una vez le han quitado el sueño.

Pero hay uno en concreto que más que quitarle el sueño, le ha concedido más de un cortometraje en el cine de sus sueños.

Sentada de camino a su tierra, con la mirada perdida se coloca un mechón rizado detrás de la oreja. A veces, a escondidas como si de un buen secreto se tratara, mira su foto de forma furtiva. Da igual que lo pueda admirar cada día, da igual que pueda verlo cuando ella quiera en cualquier lado. Alguna vez, de vez en cuando, se sorprende mirando sus ojos profundos y deseando, con los dedos cruzados, que algún día esa mirada se pose en ella con el mismo amor que ella le dedica.

Desvía su mirada a la línea que separa el cielo de la tierra. Inmediatamente se configura en su imaginación tantas escenas de amor que tiene que ir ordenándolas una a una, pero que cada vez que los colores toman forma en su mente y se crea una imagen, su mirada se pierde en cualquier detalle y en sus finos y suaves labios se forma una sonrisa de añoranza, de deseos incumplidos.

Se imagina poder tocarle, notar el tacto de su barba bajo sus dedos pasando rugosa, pero haciéndole sentir como en casa. Posar su mirada en sus ojos, verdes, color de la esperanza mezclado con el color de la arena de una playa virgen. Enredar sus pequeñas manos entre su pelo, nacido con un toque del dios Sol que le confiere un color rubio. Ella se pierde entre abrazos, entre risas labios con labios, entre besos de esquimales, entre paseos de sus manos por su figura, dejando un rastro de adoración por donde pasa.

La gente le mira porque está riendo. Ella ríe con el alma, por una felicidad que aun no ha existido. Por los momentos que pide a la Luna que se hagan realidad algún día, y por lo bonito de esa situación inventada.

Muchas veces, cuando ella descansa su ánima entre sábanas, él aparece en sus sueños. Sueña con diversas cosas, pero la mayoría de las veces siempre aparece él. En sus sueños se plasman sus deseos, porque siente con gran nitidez cómo le toca. El tacto de su mano con su mano, sus brazos alrededor de ella, su mirada penetrante dirigiéndose hacia sus ojos... Todo. La pobre, cuando se levanta, tiene el recuerdo amargo de que no ha sido real, y la carne de gallina.

Otro día más le desea con fuerza. Otro momento en el que sus palabras resuenan en su mente y que no puede dejar de pensar en él, esa adorable niña.

sábado, 24 de mayo de 2014

Palabras a una dulce primavera.

"Las siete maravillas del mundo son tus ojos profundos llenos de libertad".

Podría pasarme una noche entera escribiendo acerca de tu mirada y de lo que me hace sentir. De tu sonrisa de niño bueno que ilumina cada mañana con tu saludo.

Podría decirte, cogiéndote las manos y dedicándote mi mirada más sincera que sería un placer para mí tenerte a mi lado por el resto de los días, cuidarte en cantidades desmesuradas y compartir las aficiones que tenemos en común así como nuestra profesión, pasión duplicada por poder compartirla contigo.

Me encantaría poder explicarte en alguna ocasión que lo que yo sentí al verte no tiene expresión alguna. No se puede describir el momento en que tu primavera, llena de luz y esperanza se mezcló con el oscuro otoño de mis ojos, ansiosos por mirar con amor y deseo. Desde ese momento deseé con todas mis fuerzas que algún día te cruzaras en mi camino de la manera en la que yo anhelo, que algún día pudiera dormir sobre tu pecho, guardando el frenético latido de tu corazón, defendiéndote en cuerpo y alma de día y de noche tanto en tu realidad como en tus sueños, o guardando en mi ánima el tacto suave de tus manos, recorriendo lenta y suavemente los resaltados caminos que te alimentan, y por qué no, ser el alimento de tu corazón día tras día, durante meses y meses, durante años y años...

He querido olvidarme de ti, lo confieso. He buscado la cura a este ansia de tu persona que existe en mi cuerpo y mente. He querido encontrar el calor de tu persona en otros brazos, pero nunca, nunca, ha llegado a resultar efectivo. Nadie, aunque aún tu ni siquiera sepas lo que siento por ti, pero nadie ha conseguido hacerme sentir como tú, con tu nobleza y buena persona. Eres único, y eso me hace sentir tan atraída que no puedo evitar sentir algo cada minuto de mi vida.

Muchas veces sueño con el momento en que te confiese mis sentimientos. Quizá lo haga con esta carta, quizá te lo confiese con dulces palabras. Me acobarda el temor de la negativa, de perder la amistad que hemos tejido hasta ahora y definitivamente perderte por completo. Una herida se abre en mi pecho cada vez que lo pienso, porque la única idea de perderte en el horizonte es dolorosa, oscura y llena de pesadillas.

Quisiera pedirte una oportunidad de demostrarte todo lo que siento por ti, por todo tu ser. Siento una profunda adoración por tu persona que me mata poco a poco de la manera más dulce.

A tu sonrisa yo soy una barquita, que navega alegre en el mar de tu vida, en cada crepúsculo de tu blanca medialuna.
A tus brazos yo soy el fuerte lazo, que se ata a ti para no irse nunca jamás con otro viento que no sea el de tu cuerpo.
A tu pecho yo soy guardiana. Guardiana de tus pulsaciones, que cuida que cada paso que da tu corazón y salvaguardándolo de todo mal.

Niño, amaría tus labios hasta el fin de los días.

Déjame despeinarte en la mañana y comerte a besos.

jueves, 22 de mayo de 2014

En la noche más oscura

Es curioso como todo puede fallar en menos de unos pobres minutos.

Pasa el tiempo y por tu vida transcurren cientos de personas, que algunas se quedan y otras se van sin más. Igual que han venido, se largan. Pero hay otras que parece que tropezaron en tu camino con una razón en concreto, con la intención de quedarse y hacer algún tipo de señal en tu piel que te marque para unas cuantas temporadas.

Hay una persona en concreto, que apareció en mi vida por casualidad. Para nada pensaba que iba a durar tanto su presencia en mi mente, pero de alguna manera u otra se ha quedado de alguna manera. No quiero pensar que la razón de su presencia en mi ser es simplemente por mera necesidad de cariño, de dar amor y necesitar que me lo den, que es lo que me ocurre. Quiero pensar que es porque realmente el destino me tiene algo guardado y hay algo en él que será para mí.

Y por lo que veo ahora todo se estropea. Aunque yo hace poco no daba nada por él, ni mucho menos imaginaba que volvería a las andadas después de tanto tiempo viendo la situación pasar ante mi mirada, ahora cuando todo se torna de colores oscuros me doy cuenta de que era más importante para mí de lo que esperaba.

Por ende, ahora siento en lo más profundo de mi ser una necesidad de demostrarle lo que realmente quiero. Que realmente me gustaría tener algo con él, probar el cómo sería estar juntos y demostrarle que puedo hacerle sentir mucho mejor.

Los actos de locura que pasan por mi mente son demasiados, y la verdad, no sé por qué tengo la necesidad de cometer alguna de ellas. Quizá un día presentarme en su lugar de trabajo y decirle a la cara lo que hay, demostrarle que me he dado cuenta de que, a mi pesar, él es más importante de lo que creía. O podría dejarle una nota, que note que he estado allí y que aspire en el ambiente que allí se ha encontrado mi presencia. Quiero poder creer que puede pasar algo bueno entre nosotros, que no será nocivo y que se puede probar.

¿Tanto pido al manifestar mi necesidad de un amor sincero?

En la noche más oscura pienso así. Quizá mañana sea otro día.

Quizá la primavera visite mi corazón algún día.

viernes, 9 de mayo de 2014

Bajo el manto de las estrellas

El calor no hacía más que alterar mis nervios. Estaba deseosa de encontrarle, de ver como era su trato en persona y, si era menester, fundirme con sus labios. Llevaba tiempo llamándome la atención, gustándome mucho su forma de ser sin saber cómo era él en persona. Pero algo me llamaba, me conducía hacia él como un insecto hacia la luz, como las nubes empujadas por el viento de las alturas de la atmósfera.

Después de una llamada, me encontré con él. Supe que no era la primavera, pero para mí significaba un otoño. Su pelo moreno y su mirada risueña podría transmitirme una tranquilidad y una seguridad que hacía tiempo que no veía. Me sentía segura, relajada, pero a la vez nerviosa. Quería sorprenderle, quería que viera que conmigo iba a estar bien.

El campo alrededor nos servía de barrera ante la realidad. Su coche, amplio, era como un hogar inventado donde charlábamos de todo un poco entre risas y piques, entre confianza y complicidad, como dos buenos amigos. El sol se escondía para dar lugar a la noche, e iluminaba nuestros rostros dándome las fuerzas y el ánimo que me hacían falta para seguir adelante sin desmoronar mi fortaleza. Aquello me encantaba... Podría repetirlo en mis sueños una y otra vez sin cansarme por ello, vivirlo de forma tan intensa que ningún color se escapara de mi recuerdo, que ninguna escena se perdiera en el olvido porque... Realmente lo recordaré de por vida.

La noche cayó, seguida de mi vergüenza. Él se sentó y yo me senté delante de él, acunada por su cuerpo templado mientras veíamos una película. Yo, mientras me intentaba centrar en la película (aunque en vano), le daba de comer, mirando como lo hacía cada vez que yo procedía a ello. Sentía su respiración sobre mi pelo, a la vez que de vez en cuando le echaba miradas furtivas por el espejo interior del coche. Si en ese momento hubiera podido realizar algún juramento, pongo a Dios por testigo de que habría hecho cualquier cosa por detener el tiempo y seguir viviendo aquello durante horas y horas y horas... Estaba tan a gusto, tan relajada, tan protegida... Me sentía tan bien tratada, tan bien cuidada...

Su brazo derecho descansaba sobre mi pecho, aunque a veces se movía y se quedaba apoyado en mi brazo, donde de vez en cuando jugueteaba con uno de los detalles de mi camiseta. Después volvía al lugar de origen, donde yo le acariciaba la mano y él se dejaba querer de esa forma. Por Dios... Juro que pagaría tanto por poder revivir una y otra vez esos momentos, esa complicidad y ese cariño, por llamarlo de alguna manera, que en ese momento se respiraba y que yo misma estaba viviendo... Yo estaba en mi verdadero ser, pudiendo ser yo misma, incluso después de que momentos antes sin pensarlo siquiera me había lanzado a sus labios, sorprendiéndole un tanto, pero que él correspondió. Yo miraba la película, pero en realidad mis sentidos estaban centrados en notarle, en olerle, en cuidarle. Su fragancia me embriagaba, el aire que exhalaba me envolvía y hacía que esa pequeña burbuja fuera como un cuento, como una historia narrada en uno de mis libros preferidos.

Incluso de vez en cuando le pedía algún beso.

Reíamos sin parar, y eso que era una película de miedo. No podía estar seria con él, tenía que reírme porque ese chico realmente me hacía sentir así. Pero, ya avanzada la película, sus manos iban avanzando hacia mi pecho. Daba caricias suaves, con cuidado, invadiendo poco a poco mi cuerpo, a lo que yo respondía con una respiración cada vez mas agitada. Él lo sabía, aunque el silencio reinara entre nosotros, sabía lo que me hacía sentir con sus manos expertas, con su ser varonil que a mi tanto me encanta.

La película no importó. Las luces se apagaron sin más iluminación que la poca que procedía del exterior y de la luna. Nuestras bocas se fundieron en besos calientes y sin dilaciones, y la ropa iba sobrando poco a poco conforme íbamos avanzando, mientras que él me acariciaba e iba esculpiendo cada una de mis curvas con sus manos expertas. Sólo se oían nuestras respiraciones, nuestro deseo perfumando el ambiente de la noche oscura, dándonos la sensualidad que nos gusta. Como alguien alguna vez escribió en un libro... "Nuestra intención es complacernos".

Terminó todo entre respiraciones agitadas y sonrisas. El buen humor reinaba entre nosotros mientras la brisa acariciaba nuestra desnudez, tan tímidamente tapada por la oscuridad nocturna. Empezamos a hablar ahí, acompañados de nuestra ahora amiga complicidad, desnudos. Yo, embobada con su oratoria, escuchándole sin un ápice de distracción mientras me contaba un montón de historias tan interesantes como él. Bueno sí, tenía una distracción; me moría por besarle.

Quizá todo sea una ilusión, cosa que no niego. Pero aquella noche fue real. Cogerle de la mano y demostrar mi cariño hacia él sin pudor para mí era lo más, para mí, todo fue perfecto. Pagaría por otra ocasión para desatar mi alma y que vuele una vez más, libre, y con una sonrisa melancólica en sus labios.

Daría lo que fuera por otra noche con él, bajo el manto de las estrellas.

jueves, 8 de mayo de 2014

Y ahora llama a mi puerta.

"Pero qué bien te sienta el traje de tristeza..."

Después de llegar a mi ventanal vientos con olor a jazmín durante años, después de experimentar el amor en su estado más puro y blanco, de dormir en camas de algodón y satén fino, llegó el tiempo de los espinos, del crudo invierno del corazón dolorido que llora la ausencia de un alma a quien entregarse.

Entre la maleza de la soledad apareció el color de la primavera, el color de la alegría de mis mañanas tempraneras. La sonrisa que cubría mi alma con su manto, que aún callado y sin demostraciones obvias, sin asegurar nada en mi vida de tormentos, llenaba con risas y buenas intenciones mis días de lluvia, profundizaba en mis ganas de vivir sacándome a flote y pensando en la nueva posibilidad de, que en algún momento lejano, pudiera resurgir la flor de mi amor eterno.

Quizá podría decir que daría lo que fuera por cogerle las manos, mirarle a su profunda mirada y poder decirle que desde el primer momento en que le ví, en que nuestros caminos se cruzaron ese día inocente, en ese momento en que el verde tierra y el marrón café se mezclaron en la acuarela de las miradas, tan homogéneos y tan suaves, sentí todo lo que tenía que sentir para saber que podría cuidar de él hasta la eternidad.

Mi alma, tan sumergida en un mar de soledad y de cariño oxidado, que pide que le besen en la carita llena de lagrimitas sueltas, que caen rotas por arrepentimiento y errores, por soledad buscada y por falsos amores, busca desesperada el calor del amor correspondido, el rubor de las mejillas del comportamiento adolescente de una niña enamorada, deshacer la angustia del amor y el cariño guardados y reprimidos en una celda.

Me he refugiado en los aromas de la sexualidad, en el olor del sexo turbulento y sin compromisos, buscando las caricias que le faltaban a mi ánima. Unas caricias falsas que sólo me daban temor, rencor y alguna que otra buena experiencia, pero no llenaban de vida mi sonrisa de porcelana.

A la luz del día mi sonrisa se plasmaba en una felicidad volátil, iluminaba el techo de mi habitación con la ilusión de una esperanza más, pero cuando la noche acariciaba mi melena, en mil pedazos se deshacía aquel lienzo de blanco esmalte dejando ver que en realidad, me rompía por dentro.

Entre los ardores, entre las temperaturas mundanas me movía buscando consuelo, buscando lo que me faltaba. Pero en realidad soy un alma con ansia de cariño, con ansia de amar y de ser amada, enamorada del amor y engatusada por el color de la primavera que ilumina mis mañanas más normales.

Ahora llama a mi puerta la necesidad. La ausencia.