domingo, 21 de diciembre de 2014

Lo que hay en ti.

Esperaba de pie en el centro del parque, nerviosa, mirando el móvil y mis uñas de forma compulsiva y aguantando la ansiedad al límite. Mis mariposas volaban en mis entrañas como si chocaran con las paredes, como si no tuvieran un destino definido.

Mi vista se iba a todas las personas que pasaban delante mía, buscando tu rostro entre la gente y deseando que aparecieses ante mí, y por fin ver el desenlace, o el principio de una historia. Siempre estaba poniendo mi melena en el sitio que consideraba adecuado, me miraba con la cámara frontal del móvil para ver si mi maquillaje se había movido de su sitio, y alisaba las arrugas espontáneas de mi ropa de forma nerviosa. Quería gustarte, encantarte, enamorarte. Pensaba en las probabilidades de que me rechazaras, pero automáticamente borraba esa idea de mi cabeza porque quería pensar en algo positivo... No quería plantearme el pensamiento de perderte.

Los dos habíamos hecho un viaje largo hasta un punto concreto. Habíamos quedado ahí, apartados de nuestra civilización, en un lugar casi desconocido para los dos, pero que sería nuestro punto de encuentro y el lugar determinado para empezar algo. Nadie sabía nada. Todo era nuestro, hasta el secreto. Nos gustamos tanto, somos tan complementarios que sabemos que, en el momento de unirnos, seremos uno. Sólo uno.

De repente vi a lo lejos a alguien paseando de forma tranquila, pero con un gesto serio. Al ver que eras tú, las mariposas volaron alocadamente y chocaron contra mí, diciéndome de forma indirecta que eras tú, buscándome entre la multitud de gente que se dirigía a sus destinos. Tú me buscabas con la mirada, yo te buscaba con el alma. Sabía que ese eras tú, y como un insecto atraído hacia la luz, eché a andar hacia ti.

Cuando estuve a unos metros delante de ti, miraste al frente y me viste. Yo me mordía el labio inferior, pensando poco en mi pintalabios que me había puesto especialmente para ti. Sonreíste de medio lado, y yo me derretí por dentro. Todos los días había soñado con ese momento, y por fin se estaba cumpliendo. Estaba muy tensa, quería saber lo que pensabas, lo que sentías, lo que veías y cómo lo veías. Conocía ya entonces tu espíritu crítico, y tenía miedo de que te arrepintieras y te fueras... Pero no fue así. Casi corriste hacia mí, y yo hice lo mismo.

Me cogiste las manos, y tanto las tuyas como las mías estaban frías debido al invierno que caía sobre nuestros corazones, y también por el frío de los nervios. Yo temblaba, tú... Sonreías. Yo lloraba, tú me secaste las lágrimas con el pulgar. Sin mediar palabra, nos fundimos en el beso más dulce que nunca tuve, que nunca sentí. Era un beso con ansia, con pasión, pero con delicadeza, con cariño, con amor. Exactamente no recuerdo el tiempo que pasó, pero sé que fue suficiente para saber que los dos sentíamos lo mismo, y que el mundo de alrededor poco importaba.

Nos separamos un poco, por fin. Apoyaste tu frente sobre la mía, y rozaste la punta de la nariz conmigo. No pude evitarlo, y fui directa de nuevo a tus labios. Estaba viviendo un sueño, algo que pensé que nunca llegaría y ahí estabas... Delante mía. Yo no paraba de llorar, pero de alegría. Era tan grande lo que sentía... Y sabía que esos días serían sólo para nosotros.

Me cogiste de la mano y fuimos directos al hotel. Un edificio con habitaciones minimalistas, pero acogedoras. Diáfano, respetuoso con nuestros sentimientos, justo lo que queríamos. El sonido de la puerta cerrada detrás mía determinó el inicio de algo que estábamos deseando expresar con nuestros cuerpos, con nuestra alma. Te acercaste por detrás y rozaste con tu mano mi hombro, me susurraste palabras obscenas cerca de mi oído y algo se activó dentro de mí.

Mi respiración se agitó, y tu te pusiste delante mía. Acariciaste mi mandíbula con un dedo, dejando un efecto eléctrico que se distribuyó por varias partes de mi cuerpo. Notaba los latidos frenéticos de mi corazón, y las ganas de ti. Tu boca se acercó a la mía, y la voracidad de nuestras ganas salió a flote. No había reparado en que sonaba una melancólica y sensual Lana del Rey de fondo, con uno de los temas que a mi más me gustan... Sad girl.

Besaste mi cuello, bajando hacia mi clavícula. Cerré los ojos y me limité a sentir, a liberar mi alma, a dártelo todo. Te abrazaba fuerte contra mí, sintiéndote muy cerca, notando tu excitación y tus ganas de mí. En un segundo te retiraste y hiciste que me desprendiera de mi camisa, y de mis leggins. Admiraste el panorama y callaste, pero automáticamente tocaste en una de tus zonas preferidas de mi cuerpo. Yo te miraba, estaba fuera de mí misma, lasciva, hambrienta, por tanto, yo hice lo mismo contigo. Los dos nos quedamos en ropa interior, abrazados, tocándonos, besándonos, comiéndonos.

Me pusiste delicadamente sobre la cama, separaste mis piernas y me admiraste un momento. Tu voz sonaba suave sobre mi piel, que recorrías con la lengua y arrancabas suspiros de mi cuerpo. Yo, caprichosa, quería notarte encima, así que te cogí de la ropa interior y te empujé hacia mí. Te noté duro sobre mí, y activó aún mas mi centro nervioso del placer. Mis gemidos salían descontrolados por mi boca a medida que te acariciaba y tú me acariciabas, sin control, sin excesos. De un movimiento, me puse sobre ti. Yo te miraba con una ceja levantada, mordiéndome el labio en señal de excitación. Puse tus manos sobre mis pechos y balanceé mis caderas al ritmo de la canción. El roce hacía de fuego para nuestra mecha, y nos volvimos aún más locos. El resto de ropa sobró y cayó sobre el suelo, silenciosa.

I'm a sad girl, I'm a sad girl, I'm a bad girl...

Me retiré y me dediqué a darte placer de una de las formas que más te gustan.

His got the fire, and he walks with fame...

Tu respiración acelerada, tus movimientos de súplica subliminal y la restricción que yo te ofrecía hacía que los dos estuviéramos en un estado de embriaguez del que no queríamos salir. Mi boca te trasladaba a una dimensión diferente, mi lengua era el transporte de tu piel y yo tu locura personalizada. Yo estaba preparada. Tú estabas preparado.

Ninguno de los dos lo pensamos. Yo me puse sobre ti, y te introdujiste dentro. Un sonido y un gemido salieron de mi boca, seca por la respiración agitadísima y por haber cedido su humedad a una parte concreta de tu cuerpo.

Y por fin, tu alma y la mía se unieron. Tu sujetabas mis manos, y entrelazadas, junto con nuestro movimiento y roce, llegamos juntos a ese lugar tan privado, tan nuestro que tanto deseábamos probar el uno del otro. Nos fundimos, sin más.

Poco después, yo estoy apoyada sobre tu pecho, y tú me acaricias el pelo. Los dos estamos con los ojos cerrados, sintiendo el calor del otro. Muevo mi cabeza para acariciar tu torso con mi mejilla, y darte algún beso furtivo. Noto los latidos de tu corazón, y el mío bombeando con fuerza por algo que ha nacido aquí, que lleva tiempo creciendo pero que ha surgido aquí y ahora.

Aquí estoy ahora, contigo, enamorada de lo que hay en ti. Contándote lo que siento y lo que hemos vivido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario