domingo, 15 de marzo de 2015

La noche.

La Noche posa sus manos sobre mis hombros. Me susurra al oído que confíe en que todo va a ir bien, pero yo siempre soy muy desconfiada. El miedo me atenaza, y aunque ella tardó en ganarse mi confianza, siempre me da buenos consejos. Eso hizo que la aceptara como una amiga más.

Ella sabe de sobra que cada luna, antes de acunarme entre sus brazos y cantarme una nana en voz bajita, pienso en él. Pienso en lo que hemos tenido, en lo que tenemos y en lo que tendremos. Todo  lo que hemos hablado, imaginado, sentido, querido, deseado... Todo ello queda en el registro de mi memoria. Todo viene aquí, a los pies de mi cama, y pasa ante mi como una película. 

Me escondo debajo de las sábanas, y el cosquilleo en mi nuca aparece de nuevo. Siempre mis recuerdos van al mismo sitio, a la misma situación, al mismo momento en que todo cambió. Dudo en que si lo que hice fue bueno, si tomé la mejor decisión, y La Noche escucha mis pensamientos sin decir nada. No sabe qué decirme, no sabe qué aconsejarme. No sabe nada. Simplemente se queda ahí, haciéndome compañía mientras una melodía triste suena en mis oídos.

Por suerte, el insomnio no me ataca, pero sí los pensamientos incómodos. No puedo dejar de pensar en todo, en mil cosas y en nada a la vez. Me gustaría que todo fuera mejor, saber lo que va a pasar y que La Noche me lo diga, tranquila, serena, paciente, quieta, cálida, cariñosa. En mi fuero interno deseo que me diga que todo irá bien, que le de tiempo al tiempo y que veré que la luz saldrá de nuevo, que ella se irá porque ya no me hará falta. Ella se alejará como el viento aleja las hojas de otoño, me dejará dormir y permitirá que él me acune en vez de sus brazos oscuros. 

Volveré a llorar, pero de risa. Volveré a sentirme inquieta, pero por esperarle a él. Volveré a sonreír, cuando La Noche me acaricie el pelo, con gesto suficiente, sabiendo que ella llevaba la razón, mientras me canta.

"...Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma, al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea."*


 



* Nanas de la Cebolla, de Miguel Hernández.

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