lunes, 30 de marzo de 2015

El dolor de mi alma.

Todo sigue igual. O peor.

Aun así, sigo luchando a día de hoy, porque tengo esperanzas. Tengo el deseo oculto de que por fin esto cambie, de que todo vuelva a ser como antes, pero cada vez en menos probable.

Sigo en el invierno de tus palabras. Me abrigo como puedo, me refugio en lo poco que encuentro, y trato de no derrumbarme en medio de todo el hielo que me rodea. A veces, cuando no miras, algunas lágrimas se congelan en mis mejillas, y me las limpio rápido para que no las veas, para que no notes que de verdad estoy sufriendo. Más de lo que piensas.

No me cuesta trabajo tragarme el orgullo con la gente que quiero, ya que hago todo lo posible para que la situación se normalice. Contigo lo he hecho varias veces, y no me arrepiento, pero me duele que tú no hagas lo mismo. Te repito una y otra vez que todo lo que hago es por y para ti, pero te alzas impasible ante todo lo que digo. Mendigo a veces tu amor, quedándome con lo que me das y guardándolo en mi corazón, curando alguna que otra herida.

Siempre estoy nerviosa. Me duele el corazón día a día, y apenas ese dolor remite alguna vez. No me gusta estar así, dolida. No me gusta que estés así. El recuerdo de lo que éramos me atormenta cada minuto, enturbiando mi mirada con lágrimas cargadas de deseos de retroceder al pasado. A día de hoy, sigo pensando que si pudiera, retrocedería hasta ese momento y borraría esa frase de mi boca. Todo hubiera ido mucho mejor.

Me escuchas, callado. No notas mi tristeza, apenas te fijas en ella. Tampoco puedes hacerlo, pues no me ves el rostro. Me replanteo mentalmente una y otra vez si me quieres, y pienso dónde ha quedado el amor que me dabas hasta hace poco. Inconscientemente, sabes que si me concedieran un deseo ahora mismo, pediría que todo volviese a ser como antes.

Imploro a veces a Dios, aunque no sea muy creyente. Por las noches, rezo y le pregunto el por qué de todo ésto. Le pregunto si de verdad he sido tan mala persona como para merecérmelo, y en silencio, mi alma aúlla al cielo pidiendo perdón y suplicando alivio.

Quizá me equivoque. Quizá lo que voy a decir es más doloroso para mí que para nadie más, pero poco a poco, aunque yo no quiera y luche contra la marea, aunque me duelan los músculos, sigo nadando, pero a la vez, me vas alejando de ti.

Aúllo en la noche entre lágrimas, cuando no me ves, suplicando tus palabras, esas que curan mi alma.

Sólo tienes que quererme un poco más, como antes.




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